jueves, 21 de enero de 2010

¿Cita en la Costa? II


Aquí, cerca de aquí, de este otro lado de la Frontera, si uno se toma el trabajo y escala hasta la cumbre una madrugada despejada, podrá ver, sin metáforas de por medio, el contorno sinuoso de las rocas y las aguas anónimas del mar rompiendo contra las salientes rotas que unen este abismo; o aún el filo gris, húmedo, mortal de las espadas en entredicho; o, por qué no, los recuerdos claros de su mirada, de los sueños sin sueño de Ellas, de Suecia, de Noruega, de la Escandinavia entera en distancias efímeras pero eternas que existían y existirán entre los Fiordos y yo. O de esa otra mañana nocturna en que los hallazgos y redescubrimientos se pusieron a la orden del día; donde la memoria apuró –apura- a golpes de puño y patadas las ventanas; y penetró en forma de canto de pájaro la luz que pronto sería noche; donde el reloj tempranero dispuesto a poner en entredicho la noche, recogería a pesar de todo el corazón afuera del pecho y lo sacudiría contra su pecho, como sacude, ahora mismo, la mano que lo empuña.


Y el sudor éste que empieza a dejar de ser sudor para transformarse en miedo. El miedo, la cama baja, los escombros de los huesos, la pluma en la mano temblorosa y el café en la otra, y la partitura que me obliga a gritar; y el domingo, éste o cualquier otro domingo; y la más fría de las aguas, el más gélido de los mares que bordean las costas de Suecia o Noruega, en procura de no desvanecerse en la víspera

Por el momento.

lunes, 11 de enero de 2010

¿Cita en la Costa?

Necesito del mar. Necesito que el mar me bañe, me ahogue; que me abrace, a penas un poco en su pecho. Necesito su sal, como necesito de su aliento; de las caricias de sus olas como de los secretos que se velan en sus transparencias.

Necesito del mar, como necesito hinchar los pulmones y ponerle freno, como sea, pero ya, al frenesí dionisiaco del corazón.

Necesito del mar, y necesito de su viento; mucho y atorrante viento que me cierre la boca, y que con su fuerza, que todo lo arrastra, todo lo acalle. Necesito del mar… de día… Pero ahora que lo pienso mejor que sea, ¡qué embromar!, de noche; de noche con mis pies descalzos bordeando las orillas en busca de la frontera, a punto de traspasar la frontera; y que el umbral (mi última Frontera), convertido en inmediato horizonte de espaldas a mí calle los gemidos, acalle mis silencios. Que empape en llanto mis lágrimas, o que emborrache la memoria de mis Ahogos; de mis ahogos con sal, o de mis ahogos con viento. Los Gritos y Susurros del viento. Y que la Línea Cósmica divida, ahora mismo, un poco con sol y otro poco con cielo, el resto, lo que sobre, el más allá. Lo que se esconda más allá de la sal y del viento; del sol o del cielo: el Mar de mis ansias.

Eso es todo lo que necesito.

domingo, 10 de enero de 2010

UNA SUPUESTA REINTERPRETACION

En el tiempo de mi enojo, los tendones del ORGANISMO SE TENSAN

sábado, 9 de enero de 2010

Escenas (04 de enero de 2010)



03:18 Hs. // 26º 0

Acaban de caer algunas gotas a uno o dos metros de aquí, al otro lado de la ventana. Un mosquito reposa sobre una de las paredes, y su imagen se ve deformada a través de la lente de una copa con agua que tiene delante. En la T.V. proyectan la película de un hombre y una mujer que han sido transplantados del corazón, y que terminan, una vez recuperados, enamorándose. El amor, y los nuevos corazones parecieran que les dan una NUEVA oportunidad, otro juego de esperanzas al abanico de esperanzas.

En lo que a mí respecta bebo un trago, y el movimiento involuntario de la mano espanta al mosquito, y mi corazón empieza a sacudirse con fuerza como si quisiera desaparecer; como quiso desaparecer recién el trago de agua entre mis dedos o el veloz mosquito al alcance de mis ojos.

El corazón se desprende y se encadena en el paso mecánico, inevitable, del ritmo de los compases del Asma. El ritmo es desafinado, claro. Pero es un ritmo. La clase de partitura que me recuerda lo que creía olvidado dentro de mis orejas (dentro de mis pulmones) de una niñez (adúltera)da.

Afuera parece que ha dejado de llover. Los novios de la película se besan y empiezan a bailar. Giran, y el sol, y la música, y las risas lo acaparan todo.

De allí que las escenas acontezcan de repente. Una niña, la pareja de recién casados con corazones a estrenar, la promesa de una felicidad que será para siempre, el Asma que me ahoga; el corazón que se resiste a permanecer en su lugar… Todo esto a las 03:32 Hs., y la lluvia que simula volver a desprenderse a uno o dos metros de aquí, al otro lado de la ventana.

sábado, 2 de enero de 2010

Viaje a Itaca










Cuando partas hacia Itaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
A Lestrigones, Cíclopes
y furioso Poseidón no temas,
en tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invada tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes
y fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano hayan en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Itaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Itaca te recompense.

A Itaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Itaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Itacas.